El Pucho

Acá está, compañero díficil, cruza fulminante. Aspiro. Eyacula hondo en la garganta, arde por el cuerpo, descansa en mi mano y apesta. Los pulmones lo contienen, lo sienten, hasta que sale de nuevo al medio, al mundo, entrelazado de palabras, saliendo todo junto por mi boca. Cartucho que se enciende y pone en la mira tantas víctimas: el aburrimiento, el hambre, la ansiedad, mi cuerpo.
Ese cartucho de tabaco se quema y vemos de cerca como consume segundos (segundos hechos de tantas cosas). Consume las noches poco a poco. Inunda con humo mis ambientes y su excremento se acumula en ceniceros inmundos. Acá lo tengo junto al papel, por mi boca junto al mate, con su aroma y el café o la cerveza.
Fue símbolo de tanto. Cuando esa barba teñida de un rubio opaco podía admirar en el viejo: devolvía sobre mis ojos ese aire denso y tierno por la nariz.
Ese ser íntimo que nos conoce por dentro en el medio de la noche, o un testigo más en nuestros cuerpos luego de confirmar el amor, el deseo, es tantas cosas como las que soy yo o bien es simple: el pucho.

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